Es mejor hacer, que quejarse
Martha García de la Cadena de Arandia
La verdad ya tenia otro artículo sobre “mujer en plenitud” que se los voy a compartir la próxima semana, pero me llego esto y me parece que complementa muy bien sobre la problemática que se esta viviendo, y sobre temas que hemos compartidos semanas anteriores, es por esto que se los comparto tal cual me llego, espero les ayude.
En días pasados la sección Vida informó que algunos padres de familia de colegios privados del EU México se reunieron con el objeto de integrarnos a un frente común para ver cómo pueden cambiar las conductas antisociales de sus hijos.
Los padres están preocupados por el consumo de alcohol y drogas, por las muestras de violencia, el acoso escolar (bullying), los horarios y los diversos excesos.
Algunos dijeron cosas sensatas, como que sus hijos están pidiendo límites a gritos, que los antros les están ganando la batalla y que, también, se debe formar a los padres.
Es obvio que no son los niños y los jóvenes los únicos responsables de su comportamiento; si los adultos a su alrededor no los corrigen desde pequeños y no los acompañan en su crecimiento, los chavos no adivinan qué se espera de ellos.
Ojalá esta asociación funcione, pero un cambio de comportamiento es difícil de lograr y para conseguir que los hijos vuelvan “a tener valores y dejen de ser consumistas”, los padres podrían, entre otras cosas:
Dejar de competir entre sí por el tamaño de la casa, los decoradores, los viajes, los autos de lujo, la ropa y los accesorios de diseñador.
Comprar a sus hijos no sólo ropa y zapatos de marca. Explicarles que usarlos no los hace mejores que quienes no pueden pagarlos.
Darles carro sólo hasta su mayoría de edad y nunca darles uno de lujo.
Darles celular cuando lo necesiten y no el más caro, que sólo lo usan para presumir, hay niños de 8 años o menos que ya tienen blackberry.
Enseñarles a respetar a sus mayores, a pararse a saludar cuando entra un mayor, lo conozcan o no, a cederle el asiento a las mujeres.
Jamás permitir que nos levanten la voz o nos falten el respeto a sus papás, si permitimos eso ahora después nadie los detendrá a tratarte mal cuando seas anciano, más vale una reprimenda a tiempo.
Nunca decir a sus hijos que ustedes pagan a los maestros “pobres diablos” y que éstos no los deben regañar ni exigir y ¡menos! castigar o reprobar.
Dejar de fomentar la rivalidad con otros colegios o grupos. Nunca llevarlos a las áreas de los centros comerciales en donde se reúnen para diferenciarse.
Dejar de repetir que quien vive en un área reconocida de gente más pudiente, es mejor que quien vive fuera de ésta.
Relacionarlos con niños de otros colegios y de otras colonias.
No comprarles todo lo que pidan. Su consumismo los lleva a tener todo en exceso.
Si son menores de edad, estar al tanto de lo que ven y hacen en la computadora.
Tener una sola tele en la casa para convivir y evitar que cada quien se aísle en su recámara.
Tratar al personal de servicio doméstico y al que los atienda en gasolineras, restaurantes y demás sitios públicos como las personas que son, no como esclavos que deben hacer lo que a ustedes se les antoje.
Dejar de hacer ostentación de su riqueza en los bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y bodas; eso enseña sus hijos a fijarse en el lujo y las apariencias mientras pierden el significado de la celebración.
Procurar que toda la familia se reúna a comer o a cenar, por lo menos, una vez a la semana.
Enseñarles que al templo o iglesia se va a dar gracias, a reflexionar y tratar de entender y reconocer valores, no a lucirse ni a viborear.
Enseñarles que no todos los problemas se resuelven con dinero y palancas.
Si ya tienen edad, discutir con ellos, honestamente, su sexualidad (aunque les cueste trabajo).
Educarlos para que no sean jueces implacables. Juzgan con excesiva facilidad, como si sus puntos de vista o sus creencias fueran las únicas válidas.
Enseñarles que hay otras formas de vida, de ser, de creer y de actuar y que la suya es sólo una entre muchas, no la única.
Las señoras deben renunciar a uniformarse en cuanto a sus camionetas y a su atuendo.
Fomentar las reuniones en casas particulares en vez de antros y estar pendientes de cómo se comportan.
¿Quieren que sus hijos recuperen los valores? Fortalézcanlos para, llegado el momento, no teman separarse del montón y asuman la responsabilidad de todos sus actos.
Hay algunos ejemplos maravillosos de padres y jóvenes, ellos y ellas, muy ricos y muy educados. Son modestos, sencillos, respetuosos y solidarios.
Pero otros muchos padres sienten la necesidad de demostrar su dinero, su mal gusto y su prepotencia. Y de ahí lo aprenden los hijos.
Invito a todas las abuelas, abuelos, padres y madres y a quien quiera unirse a que formemos una cadena o campaña perpetua para que se de este cambio tan necesario en nuestra comunidad.
En el camino aprendí, que ignorancia es no saber, ignorante es ese ser, cuya arrogancia mas vil,
es… de bruto presumir y no querer aprender.
La humildad no es sumisión, la humildad es ese Don, que se suele confundir; no es lo mismo ser servil, que ser un buen servidor.
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