El perdón en nuestras vidas
Pbro. Roberto Rojas Peña
¿Quieres ser feliz un instante? ¡Véngate!
¿Quieres ser feliz siempre? Perdona…
(Henri Lacordaire)
¿Sigue estando el perdón de actualidad en nuestro mundo secularizado? No son necesarios largos años escuchando confidencias para comprender la imperiosa necesidad que tenemos del perdón. Nadie está libre de heridas, como consecuencia de frustraciones, decepciones, problemas, penas de amor, traiciones. Las dificultades de vivir en sociedad se encuentran por todos lados: Conflictos en las parejas, en las familias, entre amantes separados o personas divorciadas, entre jefes y empleados, entre amigos, entre vecinos, entre razas o naciones, etc. Todos tienen algún día necesidad de perdonar para restablecer la paz y seguir viviendo juntos.
En una celebración por cincuenta años de matrimonio, pregunte a la pareja por el secreto de su constancia conyugal. La esposa respondió: “Después de una pelea, nunca nos hemos ido a dormir sin pedirnos mutuamente perdón”. Para mí, el perdón es una entre cinco alternativas que tenemos para enfrentar las agresiones en nuestras relaciones humanas. Las iré desglosando en este espacio que generosamente me brinda él editor del fin de semana. Va aquí la primera.
La primera alternativa, después de haber sido víctima de alguna agresión es perpetuar el daño sufrido. En efecto; Cuando lesionan nuestra integridad física, moral o espiritual, algo sustancial ocurre en nosotros. Una parte de nuestro ser se ve afectada, lastimada, yo diría que incluso mancillada y violada, como si la maldad del ofensor hubiese alcanzado nuestro yo íntimo. Nos sentimos inclinados a imitar a nuestro ofensor, como si un virus contagioso nos hubiese contaminado. En virtud de un mimetismo misterioso más o menos consciente, tendemos a nuestra vez a mostramos malos, no sólo respecto al ofensor, sino también con nosotros mismos y con los demás. La imitación del agresor es un mecanismo de defensa bien conocido en psicología. Por un reflejo de supervivencia, la víctima se identifica con su verdugo.
¿Cuántos agresores sexuales y abusadores violentos no hacen más que repetir las acciones traumáticas que ellos mismos sufrieron en su juventud? En la terapia familiar es frecuente constatar que en las situaciones de estrés los niños adoptan comportamientos análogos a los de sus padres. Del mismo modo, tenemos ante nosotros, ejemplos de naciones que emplean respecto a otros pueblos las mismas tácticas inhumanas que ellas mismas tuvieron que soportar en tiempos de opresión. Un breve repaso a la historia de las culturas, basaría para encontrar una vasta variedad de ejemplos.
No pretendo hablar aquí de la venganza como tal, sino de los reflejos ocultos en el inconsciente individual o colectivo. Por eso, en el perdón no debemos conformamos con no vengamos, sino que tenemos que atrevemos a llegar hasta la raíz de las tendencias agresivas desviadas para extirparlas de nosotros mismos y detener sus efectos devastadores antes de que sea demasiado tarde. Porque tales predisposiciones a la hostilidad y al dominio de los demás corren el riesgo de ser transmitidas de generación en generación, en las familias y en las culturas. Sólo el perdón puede romper estas reacciones en cadena y detener los gestos repetitivos de venganza para transformarlos en gestos creadores de vida.
Pongo a tu disposición este texto hermoso. no tengo a la mano el nombre de su autor, sin embargo lo comparto contigo y espero que mueva tu corazón como ha inquietado al mío.
“Para que la vida se renueve”
¿Tiene el invierno que perdonar a la primavera,
La primavera al verano,
El verano al otoño,
El otoño al invierno?
Tiene la noche que perdonar al día,
El sol a la luna?
¿Tienen los enamorados que perdonarse
Su deseo de estar juntos y, a la vez,
Sus ansias de libertad?
¿Tiene la madre que perdonar al recién nacido.
El padre al hijo autónomo y rebelde?
¿Tiene que perdonar en si
El niño al adolescente,
El adolescente al adulto,
El adulto al anciano?
¿Tenemos que perdonar a Dios
Por su creación imperfecta?
¿Tiene que Dios perdonarnos
por querer parecernos a Él?
Paz, fuerza y gozo.
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